¿Por qué Cuba acogió el crucero MS Braemar y no lo hicieron otros países más cercanos política y culturalmente a Gran Bretaña? ¿Fue un gesto humanitario o una transacción comercial? Estas y otras dudas fueron respondidas por el embajador del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte en Cuba, Anthony Stokes, al equipo de realizadores del podcast El Enjambre, de elTOQUE.

“Acabamos de terminar esta operación y han sido muchos días, muy intensos, pero estamos muy contentos con el resultado, no solo con el regreso de los pasajeros, sino con la protección de la salud de todos los involucrados en la tarea”, comenzó señalando el embajador Stokes.

El MS Braemar esperó en aguas al norte de Cuba por varios días con 682 pasajeros y 381 tripulantes a bordo, luego de que se conociera que llevaba cinco casos positivos a la COVID-19 y varios pasajeros en cuarentena.

Entre el 8 y el 16 de marzo este crucero de la compañía Fred. Olsen, había solicitado infructuosamente permiso de atraque a los gobiernos de Barbados, Curazao, Colombia, Estados Unidos y Bahamas.

Presionado por los familiares de los viajeros, y las cancillerías de Canadá, Bélgica y Japón –entre otras con nacionales a bordo– la administración del Reino Unido apeló al gobierno de Cuba para encontrar una salida, que no implicara obligar a la tripulación a realizar toda la travesía de regreso por mar.

“Como embajador en Cuba, mi trabajo estuvo enfocado en ofrecer a Londres la evacuación desde acá, a través de un intenso intercambio diplomático con el gobierno cubano, y me gustaría aprovechar esta oportunidad para gradecer otra vez al gobierno de Cuba por su gran gesto humanitario”, dijo el diplomático como respuesta a la pregunta sobre por qué otras naciones de la Commonwealth no fueron el punto de evacuación del crucero.

“Hicimos la solicitud a otros países también, pero ten en cuenta la complejidad de la situación que enfrentamos todos con la COVID-19; hubo muchos asuntos complejos que mis colegas en la región y yo tuvimos que abordar. Al fin y al cabo Cuba encontró cómo resolverlos, son ustedes gente creativa, dinámica y cariñosa”, expresó Stokes a Camilo Condis, emprendedor y fundador de El Enjambre.

La joven escritora y también fundadora del podcast, Lucía March, preguntó si se trató de un gesto humanitario o medió un acuerdo comercial entre Cuba y Gran Bretaña para esta operación.

“Lo que te puedo decir es que desde que comenzamos a hablar con el gobierno cubano nadie impuso ninguna condición, ni financiera, ni otra, salvo la protección de la salud de todos en el país; obviamente, algunas partes de la operación, como los vuelos a Londres, tenían un carácter comercial. El costo fue asumido por Fred Olsen, la compañía de cruceros, de una manera totalmente usual. Vemos esta como una operación humanitaria, llevada a cabo por razones humanitarias, liderada por Cuba, pero con apoyo de mi embajada y de Londres, y de Fred Olsen. Es un muy buen ejemplo de la salud de las relaciones bilaterales y de nuestra capacidad de trabajar en estrecha colaboración”, aseguró el representante.

Ilustración: Irán Hernández.

Sobre el estado de ánimo de los pasajeros del MS Braemar durante el proceso de evacuación preguntó Miguel Alejandro Hayes, otro de los tres jóvenes que cada sábado protagonizan El Enjambre.

“Los pasajeros estaban aliviados y felices, haciendo bromas sobre mi presencia en el muelle; yo estaba presente, pero a una distancia segura, al principio y al final de la operación. Nadie pudo acercarse a los pasajeros, excepto quienes estaban trabajando directamente en la operación. Cuando saludé de lejos a los pasajeros en la mañana me pareció que estaban más tranquilos por regresar de manera segura, y muy agradecidos con Cuba”.

El embajador informó, además, que el total de personas que regresaron fueron 684 y que en los ómnibus iba también personal de la Cruz Roja británica.

Cruceros y la COVID-19: ¿qué experiencias pueden sacarse?

El MS Braemar es uno de los cruceros que en las últimas semanas ha tenido dificultades para atracar, debido a brotes de la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.

Unos 170 españoles esperan desde el 3 de marzo de 2020 a bordo del crucero Costa Pacífica. Cuando finalmente regresen a España en los próximos días, será el final de una odisea que se inició en mitad del Atlántico, cuando la nave de bandera italiana recibió la notificación de que no podría hacer escala en los puertos de Santa Cruz de Tenerife, Málaga y Barcelona, como en principio había planificado.

Un acuerdo del Consejo de Ministros español, adoptado el 12 de marzo, prohibió terminantemente el arribo de ese tipo de buques, hasta tanto pase la situación de emergencia nacional causada por la COVID-19.

Amparadas en esa disposición, las autoridades portuarias se negaron a aceptar siquiera a los ciudadanos ibéricos. Tampoco fue atendida una solicitud relativa a los cerca de 900 argentinos embarcados en el Costa Pacífica, que pretendían tocar tierra para regresar a Buenos Aires a bordo de aviones enviados por su gobierno.

En definitiva, el Costa Pacífica debió poner proa hacia la ciudad francesa de Marsella, donde bajaron los pasajeros galos, y luego a Savona, en Italia, destino final de la travesía y sitio en el que los españoles aguardan por su regreso a la Península.

Comenzando la expansión global de la pandemia, en los primeros días de febrero, el crucero Diamond Princess fue puesto en cuarentena ante las costas de Japón, luego de que se desatara una infección masiva con el nuevo coronavirus entre las cerca de 3.700 personas que transportaba. Ocho muertes y 700 contagios después, los gobiernos de Hong Kong y Japón, y la armadora estadounidense Carnival siguen sin ponerse de acuerdo sobre las respectivas cuotas de responsabilidad.

Al reconstruirse la cronología de sucesos a bordo del buque, se pudo comprobar que ni los directivos de la compañía ni los tripulantes ofrecieron la debida atención a un aviso de la agencia de salud hongkonesa, enviado luego de que se hubiera diagnosticado con el virus a un pasajero recién desembarcado. A su vez, el gobierno de la región autónoma china consideró cumplida su responsabilidad con aquel correo, ya que el Diamond Princess había abandonado su mar territorial.

Al momento del arribo a Japón, los protocolos corporativos volvieron a entrar en contradicción con las normas de sanidad locales. Aunque la embarcación llegó a la ciudad de Yokohama en la mañana del 3 de febrero, no fue hasta las 11 de la noche de ese día que los equipos médicos nipones subieron a bordo para declarar el aislamiento absoluto de los pasajeros. La primera ronda de pruebas, hecha pública 48 horas más tarde, revelaría que ya una decena de personas portaba la COVID-19.

El mismo 3 de febrero un grupo de epidemiólogos liderado por el doctor griego Christos Hadjichristodoulou publicó un glosario de recomendaciones para atender casos de contingencia en los cruceros, según The New York Times. Avalado por más de 20 años de investigaciones de campo, el estudio planteaba entre sus lineamientos fundamentales la evacuación hacia tierra de quienes hubieran tenido contacto con cualquier caso confirmado. También, el traslado a sus naciones del resto de los implicados en la contingencia.

En parte por la falta de precedentes, en parte por el rechazo de las autoridades locales, el ejecutivo japonés se opuso con firmeza a la desocupación del Diamond Princess, y lo forzó a echar anclas durante dos semanas en una zona considerada segura. El resultado cuenta como una dolorosa experiencia.

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