El último día de marzo de 2017 Cuba supo, por la agencia extranjera de prensa Reuters, que el país enfrentaba un desabastecimiento notable de gasolina especial o Premium (B-94). La afirmación se basaba en una circular interna de la Unión Cuba Petróleo (CUPET), que señalaba “la crisis de combustible que atraviesa Venezuela” como causa central del problema.

Aunque no había B-94, no se paralizó el transporte. Al menos en esta ocasión. En el sector estatal se orientó sustituir el consumo de la B-94 por gasolina de menor octanaje, conocida como “regular” (B-90); y las existencias de B-94 se expendieron al cash en las gasolineras, hasta que se agotaron.

Tres semanas más tarde, el periódico provincial de Sancti Spíritus daría las primeras explicaciones a través de funcionarios de la corporación estatal CIMEX en el territorio. En la escueta nota, replicada por los medios más importantes de Cuba, quedó explícito que la B-94, el combustible de mayor octanaje que se comercializa en las gasolineras cubanas, no se produce en la Isla: se “importa en su totalidad”.

En ese momento, los especialistas del CIMEX aseguraron que la restricción en la venta se trataba de una “medida transitoria”, pero no podían precisar “hasta cuándo se extenderá la actual coyuntura”.

El 2 de mayo, Reuters anunció que la empresa estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) “reanudó en marzo sus exportaciones de crudo ligero a su aliado político Cuba, luego de una pausa de ocho meses”. Y afirmó que “en marzo, PDVSA envió 1,39 millones de barriles del crudo ligero Mesa 30 a Cuba en tres cargamentos que llegaron a la planta de almacenamiento de Matanzas. También exportó 506 000 barriles de crudo reconstituido”. Todo regresaba a la normalidad. O eso parecía.

A mediados de mayo en las gasolineras de La Habana ya era posible abastecerse de combustible Premium, porque, desde la primera semana del mes, CUPET volvió a regularizar la entrega de este producto a las estaciones de bombeo. Lo peor parecía haber acabado, incluso para el sector estatal, que volvía a usar sus tarjetas. El problema, ahora, era que los volúmenes surtidos no alcanzaban a cubrir toda la demanda.

Si bien la situación vivida en abril no condujo a una crisis total de combustible, el desabastecimiento deja al descubierto, una vez más, los problemas de dependencia de Cuba hacia su mayor socio comercial en la rama de los hidrocarburos.

A través del Convenio Integral de Cooperación suscrito en octubre de 2000 y revisado en 2008, PDVSA suministra casi el 80 % de las importaciones de crudo que realiza Cuba diariamente, según datos recogidos en el resumen anual de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En 2015, la Isla importó a razón de 109 300 barriles diarios, y se ubicó como el tercer importador de petróleo en Latinoamérica, solo antecedido por Brasil y Chile.

La influencia del rubro en la vida del país es tal que, cuando los envíos de PDVSA se contrajeron notablemente en la primera mitad de 2016, el presidente Raúl Castro comentó que ello había representado “tensiones adicionales en el funcionamiento de la economía cubana”. Al cierre del año, Cuba anunció su primera recesión en dos décadas: en medio de una avalancha de turismo, el PIB se contrajo en 0,9 %.

Pero la ausencia del crudo venezolano no explica directamente el desabastecimiento de gasolina especial en la Isla. Principalmente porque Cuba no refina B-94, según los funcionarios de CIMEX consultados por el periódico Escambray. O sea, aun con todo el petróleo del mundo a nuestra disposición, no podríamos producir gasolina de alto octanaje. Resultado: la importación de crudo venezolano no define la existencia, o no, de combustible Premium en las gasolineras del país.

Por ende, debemos voltear la mirada a la importación de derivados del petróleo. Y allí el panorama cambia, pues en ese renglón PDVSA apenas suministró 4 000 barriles de los 30 000 que importó Cuba cada día durante 2015. Poco más del 13 %.

Tal volumen indica que Venezuela no es el mayor exportador de productos refinados del petróleo hacia Cuba. Y en efecto no lo es.

De acuerdo con los datos recogidos en 2015 por el Observatorio de Complejidad Económica (OEC por sus siglas en inglés), Cuba importó “refinados del petróleo” por valor de 174 millones de dólares, en su gran mayoría desde Argelia. Por otro lado, cifras ofrecidas por el Banco Mundial, a través de la organización World International Trade Solutions (WITS), confirman que durante ese mismo año Argelia exportó a Cuba “combustibles” por valor de 154,6 millones de dólares. Casi el 89 % de lo adquirido por la Isla en el sector.

Bajo el amplio rubro de “combustibles” plasmado por la WITS, se incluyen tanto el crudo como aquellos productos provenientes de su refinación. Si Venezuela exporta a Cuba el 80 % del crudo que consume la Isla, deberíamos entender que, cuando la WITS habla de combustibles, en el caso de las exportaciones de Argelia hacia Cuba, hace referencia a los derivados del petróleo.

Por lo tanto, los datos de la WITS y el OEC convierten a Argelia en nuestro mayor proveedor de refinados del petróleo. Lo cual se refuerza con los informes de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), que en 2014 ubicaron a Argelia como el onceno exportador de mercancías a Cuba, y a la cabeza de las exportaciones africanas hacia la Isla, con el 95 % del valor total continental.

Pero la gasolina Premium empleada en Cuba no llega desde África del Norte. Según los reportes de la Oficina Nacional de Estadísticas de Argelia, solo en 2014 ese país africano importó 187 673 toneladas de ese combustible desde Italia y otras 362 537 desde Gran Bretaña. Los datos de la OPEP muestran que ese año Argelia produjo diariamente 63 300 barriles de gasolina y consumió 87 000.

Entonces, ¿de dónde viene la gasolina Premium comercializada en nuestro país? Si ya sabemos que no se produce en Cuba, y que Argelia no la surte, la ecuación se simplifica a Venezuela –léase PDVSA– y a los 4 000 barriles diarios que llegaron a Cuba en 2015.

¿Cuba no produce gasolina?

Un repaso por las cifras nacionales de la ONEI arroja que no es gasolina, precisamente, algo que haya faltado en la Isla en la última década.

Las estadísticas cubanas no desagregan los volúmenes de gasolina según su octanaje, sino que los agrupan en un solo indicador: gasolina de motor. El resultado son cifras globales que complejizan la comprensión del fenómeno en Cuba.

Sin embargo, los datos más actualizados –aparecidos en el Anuario Estadístico de Cuba en su edición de 2016– muestran que en 2014 el país consumió un total de 197 100 toneladas de gasolina de motor (incluida la B-94). En el mismo año, la Isla produjo 554 300 toneladas e importó otras 311 400 toneladas. O lo que es lo mismo, la disponibilidad cuadruplicó la demanda. Lo más interesante es que se trata de un patrón que se repite desde 2008.

En cualquier caso, la notable diferencia crea una duda: ¿qué hace Cuba con un superávit de 668 600 toneladas de gasolina? Una pregunta válida, si tenemos en cuenta que el país no ha reportado en sus balances internos de los últimos 15 años la exportación de “combustibles y lubricantes, minerales y productos de valor conexo”.

Aunque el país no reconoce la exportación de petróleo y sus derivados en las estadísticas del Anuario Estadístico de 2016, el economista Pavel Vidal calcula que “las ventas externas petroleras equivalían, en 2015, al 35 % del valor de las exportaciones de bienes y al 7,7 % del valor de las exportaciones de bienes y servicios”. Lo que se traduce en una exportación equivalente a “1 149 millones de dólares en 2015”.

Además, no son pocos los reportes que afirman que “desde 2015 se comercializa petróleo venezolano también desde Cuba. Es decir, que la Isla podría ser asimismo una ‘base de operaciones’ para PDVSA”.

La ausencia de datos estadísticos en la ONEI para este rubro comenzó en 2001, justo al año siguiente de la firma del Convenio Integral de Colaboración entre PDVSA y Cuba, el cual –sobre las bases del Acuerdo Energético de Cooperación de Caracas– no permite la reexportación de los productos que se envían a Cuba.

Todo ello entra en contradicción con la descripción presentada por PDVSA en su Informe de Gestión Anual (2015) sobre la Refinería “Camilo Cienfuegos”, surgida en 2006 y “constituida por Comercial CUPET, S.A. (51 %) y PDVSA Cuba, S.A. (49 %)”, con “la finalidad de realizar actividades de compra, almacenamiento, refinación y comercialización de hidrocarburos y sus derivados”.

Los datos de la filial de PDVSA en La Habana (PDVSA Cuba, S.A.) tampoco aparecen entre los presentados en los Estados Financieros Consolidados de la empresa matriz en 2015.

Buscando un “nuevo” socio

Aunque no se avizora una transformación notoria en las relaciones comerciales entre La Habana y Caracas –salvo que ocurra un cambio radical en la política venezolana–, el escenario está variando.

El anuncio hecho por la petrolera estatal rusa Rosneft a inicios de mayo de 2017 parece la respuesta a los intentos que ha realizado Cuba por diversificar sus mercados de hidrocarburos. Un intento, concretamente, por evitar la dependencia directa del crudo venezolano.

De acuerdo con la publicación Sputnik, la empresa anunció en comunicado de prensa que “la petrolera rusa Rosneft y la cubana Cubametales firmaron en marzo un contrato para suministrar a Cuba cerca de 250 000 toneladas de crudo y diésel”.

La primera entrega llegaría a Cuba mediante un “carguero ruso con 249 000 barriles de crudo y productos refinados”, según anunció Reuters. El mismo reporte asegura que el contrato firmado entre Rosneft y Cubametales equivale a “alrededor de 1 865 000 barriles de crudo valorados por 105 millones de dólares. En comparación, Rusia había informado el envío de productos a Cuba entre 2010 a 2015 por 11,3 millones de dólares”.

El barco es el tanquero Maersk Erin, con bandera danesa y que zarpó el 22 de abril desde el puerto de Ventspils, en Letonia. Aunque la nave debía atracar en el puerto de Matanzas el 10 de mayo, datos del sitio www.marinetraffic.com la ubicaban en la mañana del 14 de mayo a unas 75 millas náuticas al norte de Cárdenas. La agencia española EFE comunicó que la nave contenía “249 000 barriles de diésel”.

Si bien las relaciones económicas entre La Habana y Moscú no son nuevas –entre 1960 y 1990 la URSS fue el mayor socio político y comercial de Cuba y suministraba el crudo a la Isla–, la reanudación de estos envíos podría significar un paso para la diversificación del mercado cubano.

Rosneft ya participa en Cuba en la extracción de petróleo, específicamente en el yacimiento Varadero-Unidad Central Este. Esta petrolera tiene una capacidad de refinación de 100 millones de toneladas de crudo y espera ampliarla en 2017 hasta los 120 millones. El mercado interno ruso es el principal objetivo de sus productos derivados. En 2016, sus refinerías asociadas produjeron 87,5 millones de toneladas de derivados, de ellas 28,4 millones de diésel y gasolina.

Sobre el autor

Julio Batista Rodríguez

Melena del Sur, La Habana (1989). Periodista cubano, 29 años de edad. Desde 2015 forma parte del equipo fundador de 'Periodismo de Barrio', donde integra el Consejo Editorial y se desempeña como periodista. Recibió el Premio Iberoamericano de Periodismo Rey de España 2017 en la categoría de Periodismo Ambiental y Desarrollo Sostenible. Graduado de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2013). Cursó estudios en los postagrado internacional de Periodismo Deportivo (2014) y el de Periodismo Hipermedia (2015) en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Ha participado en eventos académicos y profesionales como el Foro de Periodismo Centroamericano (El Salvador, 2016), Taller para Periodistas Cubanos (Alemania, 2017) y el Congreso Internacional de Comunicación (La Habana, 2015). Como profesional laboró en el periódico 'Trabajadores' (Cuba, 2009-2016) y como asesor de programación del canal nacional de televisión Tele Rebelde (Cuba, 2014-2016). Además, ha publicado en las revistas 'Cubahora', 'OnCuba', 'Progreso Semanal', 'elTOQUE', 'Cuba Contemporánea', 'Postdata', 'Cuba Posible', el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, el periódico alemán 'Taz'. Actualmente se mantiene como colaborador de 'Radio Francia Internacional'.

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