En el mes de marzo, cuando la COVID-19 estaba presente en la mayor parte de los países del mundo, cuestionábamos la efectividad y oportunidad de las medidas tomadas por los gobiernos. Hoy, sin embargo, las preguntas están más orientadas a cuándo y cómo se produce la desescalada y a qué significa exactamente “nueva normalidad”.

Las consecuencias de la pandemia todavía son incalculables, tanto para la salud como para la economía y la política. Los esfuerzos de los gobiernos en este minuto se orientan hacia la estabilización de los sistemas de salud, la reactivación de la actividad productiva, el perfeccionamiento de los comportamientos sociales de cuidado e higiene, y la instauración de indicadores epidemiológicos dirigidos al monitoreo de la enfermedad.

En el ejercicio de comprender la oportunidad y el alcance de las medidas adoptadas en Cuba durante la desescalada, organicé la información sobre las principales acciones y el momento en que fueron ejecutadas por los mismos países que analizaba hace tres meses atrás: Alemania, España, Italia, Japón, México y Panamá.

Las condiciones de partida de estos países para enfrentar la pandemia eran diferentes, pero sus resultados en el manejo de este primer momento de la crisis podrían definir el ritmo y los alcances de la “recuperación”.

Fuente: Our World in Data y COVID19CUBADATA.

En el caso de Cuba, por ejemplo, ha sido significativo el número relativamente bajo de infectados y de fallecidos, pues el país cuenta con un gran porciento de población de riesgo y vulnerable.

El momento y ritmo del desconfinamiento está relacionado también con el tiempo transcurrido desde su inicio, así como la naturaleza, rigurosidad e integralidad de las políticas tomadas en cada caso.

Fuente: Our World in Data y Stringency Index.

Para establecer las fases del desconfinamiento, que varían en número y tiempo según cada país, las autoridades sanitarias han considerado algunos indicadores como el total de casos por segmentos poblacionales, los porcientos de fallecidos y recuperados, el índice reproductivo, la cantidad de casos activos, la disponibilidad hospitalaria, la ocurrencia de eventos de transmisión comunitaria o rebrotes, entre otros.

Sin embargo, en la desescalada no solo intervienen criterios epidemiológicos, también lo hacen imperativos político-económicos y necesidades psicosociológicas. La nueva normalidad implica readaptación y reingeniería social.

Los objetivos de la desescalada, en todos los casos, se orientan a reactivar la economía al tiempo que se mantienen las medidas de vigilancia epidemiológica, higiene y cuidado de la población, sobre todo, de los más vulnerables.

Para ilustrar este tema, el gobierno de Japón ha definido entre sus propósitos aumentar gradualmente el nivel de actividades socioeconómicas, establecer el “nuevo estilo de vida” que evite la propagación del SARS-CoV-2, monitorear de modo continuo la situación epidemiológica, fortalecer las capacidades de los servicios médicos, tomar medidas fuertes ante una nueva propagación, y, con todo ello, lograr la prevención de la infección y el mantenimiento de las actividades socioeconómicas de manera sostenible.

Fuente: Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón y OMS.

La descentralización y regionalización de las medidas también ha sido otra característica común en la desescalada de los países, sobre todo en Estados federales como Alemania y México. En estos, los gobiernos centrales han otorgado a las autoridades regionales las facultades respecto a la transición hacia cada fase y las medidas correspondientes a cada una de ellas, aunque sus escenarios de partida en cuanto al control de la epidemia son diferentes.

Si bien ni el país germano ni el azteca declararon confinamiento obligatorio, el manejo de la crisis y la lectura de sus resultados por parte de las autoridades es muy diferente. México registra menor infección por cada diez mil habitantes en comparación con Alemania, pero un mayor índice de letalidad y un elevado porciento de positividad.

Fuente: Gobierno Federal de Alemania, Juntos contra el coronavirus y OMS.

Fuente: Gobierno de México y OMS.

Los Estados, en general, están conscientes de que la desescalada es gradual y está sujeta a los riesgos de un rebrote, como ya se ha registrado en casi todos ellos. Asimismo, coinciden en considerarla un proceso asimétrico y que demanda grandes esfuerzos de coordinación.

En España e Italia, dos de los países más golpeados por la enfermedad, y que durante varias semanas fueron el epicentro de la pandemia, los gobiernos han hecho esfuerzos sostenidos por acelerar la gradualidad de las medidas, pero mantienen una toma de decisiones más centralizada.

Fuente: Ministerio de Sanidad del Gobierno de España, El País, #ÁgoraFinde y OMS.

Fuente: Gobierno Italiano, Presidencia del Consejo de Ministros, y OMS.

En las diferentes fases es común indicar algunas medidas como el aforo de personas permitidas en comercios, restaurantes, espacios públicos, teatros, iglesias u otras instalaciones; las limitaciones de movilidad regional, nacional e internacional; los momentos de reactivación de las actividades consideradas no esenciales y las medidas higiénicas para garantizarlo; así como de las instituciones educativas. Al mismo tiempo, se plantean decisiones orientadas al apoyo y reactivación económica como la entrega de pensiones, el establecimiento de una renta básica, la suspensión de impuestos, el otorgamiento de créditos, la estimulación a la creación de empleos, el rescate financiero de empresas privadas, entre otras.

No obstante, en los países que han pasado a fases más avanzadas del desconfinamiento, la nueva normalidad o estilo de vida está indisolublemente asociada al uso de material de protección y a la implementación de prácticas higiénicas y de distanciamiento social.

Los países de América, por su parte, han vivido el confinamiento casi al mismo tiempo que sus pares europeos. Pero ello no ha evitado la propagación de la enfermedad ni ha incidido necesariamente en una disminución proporcional de los fallecidos, como lo demuestran los casos de Estados Unidos, Brasil o México.

De los países analizados, Panamá y Cuba han sido los que con mayor rigurosidad y oportunidad han tomado las medidas ante el nuevo coronavirus, según el Stringency Index. Sin embargo, difieren sustancialmente en relación con los momentos y condiciones de sus respectivas desescaladas.

Fuente: Gobierno Nacional de Panamá y OMS.

Fuente: Presidencia República de Cuba, Cubadebate y OMS.

Al parecer, la estrategia de detección del SARS-CoV-2 seguida por cada país y los porcientos de positividad de las pruebas realizadas son un criterio clave para entender los resultados en el manejo de esta primera oleada. Pero también lo serán en la desescalada, pues permitirán mantener una vigilancia activa ante posibles rebrotes.

Fuente: Our World in Data, Stringency Index, COVID19CUBADATA.

Ahora bien, controlar la transmisión del virus no significa haberlo eliminado. La mayor parte de los países no tiene las condiciones poblacionales, económicas y naturales, ni las capacidades sanitarias para realizar un rastreo del 100% de los contactos.

Las acciones institucionales solo son efectivas cuando la ciudadanía toma parte activa en ellas. La disminución del riesgo de infección es también una responsabilidad individual.

El microbiólogo cubano Amilcar Pérez Riverol, quien a través de sus publicaciones en Facebook ha proporcionado un valioso servicio de información sobre el desarrollo de la enfermedad, sugiere: 1) vigilar la disponibilidad de espacio para mantener el distanciamiento, 2) evitar siempre que sea posible los ambientes interiores, con poca ventilación y concurridos, 3) utilizar equipos de protección como máscaras faciales y 4) estar informado sobre el nivel de casos diarios en el área donde nos encontremos.

Fuente: Amilcar Pérez Riverol, viernes 3 de julio de 2020.

Adicionalmente, es importante conocer las fases y medidas establecidas según la actividad que desarrollemos, la región donde vivamos, así como nuestra condición de riesgo y la de nuestros familiares, amigos, vecinos o colegas de trabajo. No menos importante será comprender los indicadores sanitarios que emplean las autoridades para evaluar el desarrollo de la epidemia en cada territorio.

Fuente: Elaboración propia a partir del Boletín INFOPOB del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana y el “Glosario cubano (o mataburro) sobre la COVID-19″.

La disciplina social y patrones culturales de la población, la idiosincrasia y estructura de cada Estado, las capacidades de los sistemas de salud, la movilidad interna e internacional, la proporción de población en situación de riesgo, las condiciones de las economías de cada país y su nivel de dependencia de las cadenas globales de suministros, y la integralidad de las políticas trazadas para cada fase, serán definitorias para el bienestar y la resiliencia de nuestras sociedades.

 

Este proyecto fue apoyado a través del programa de Microgrants Check Global COVID-19. 

Sobre el autor

Anidelys Rodríguez Brito

Doctora en Ciencias Sociales y Políticas por la Universidad Iberoamericana de México (2018). Graduada de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2005), donde trabajó como profesora e investigadora (2005-2014). Sus áreas de trabajo son: Políticas Sociales, Bienestar Social, Capital Social, Ciudadanía, Comunicación y TIC, y Métodos mixtos.

Deje un comentario