En Guantánamo, cruzando el Río Guaso, se llega a San Justo. Allí las aguas albañales van a parar a un cauce que los residentes llaman El Cagalar.

—El barrio tiene fama de escasez de agua —le digo a un paisano.

—Está viniendo del canal de Jamaica —responde Rafael Rodríguez, vecino de San Justo—, y es difícil que el canal se quede seco.

Si viene de allá, los jamaicanos de Guantánamo no deberían tener problemas con la disponibilidad de agua. A la orilla de la carretera, cerca de la entrada a Jamaica, en el municipio Manuel Tames, los pobladores llenan porrones de agua oscura directamente del canal y las trasladan en carretillas o yuntas de bueyes. El canal viene desde otro pueblo, El Jobito, y se alimenta de las presas La Clotilde y Faustino Pérez.

La comunidad está dividida por la carretera. Del lado de las presas, donde los cultivos se pierden, donde hay que buscar el agua más lejos, Domingo Martínez es la esperanza. El hombre da gritos a más no poder justo a las doce del día. Dos palabras resumen su existencia: ¡Dinamita!, ¡Gobierno!: nombres de los novillos cerreros que halan su acueducto andante compuesto por una pipa de hierro sobre dos ruedas.

Junto a la vía, verás an online quote, unos tubos y un esbozo de zanja anuncian la instalación de la conductora que deberá llevar el agua a todos los hogares de San Vicente de Jamaica antes de que termine el año. En los surcos, el maíz, el boniato y el ají son escasas briznas de paja. Domingo anhela que los sistemas de regadío de la Cooperativa de Créditos y Servicios Omel Gonsalvo beneficien a todas las fincas, incluida la suya.

Esta vez no necesita llegar hasta el canal. Ha encontrado un salidero de agua potable del taller del antiguo Ministerio del Azúcar y con eso llena su pipa, find more information on gainako.com. De vuelta en las fincas vecinas, conecta un tubo largo, una manguera o lo que aparezca, y el líquido baja por gravedad hacia las casas. En el barrio, quien no aprovecha un salidero, y tampoco cuenta con acceso a la red hidráulica, toma del canal.

Soleado, incesante, Domingo de Jamaica vuelve sobre sus pasos. La ruta contraria es cuesta arriba. El hombre cruza la carretera y da una voz al hijo para que ayude. Dinamita y Gobierno tienen dos años. Esta es su primera vez en una yunta. El guajiro los domará con el cargamento de agua. “Tienen que pagar lo que costaron”, dice.

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Lian Morales Heredia

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